Nadadores en el desierto
A la búsqueda del oasis de Zarzura
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- ISBN:9788483072219
- Editorial: Península
- Fecha de la edición:1999
- Lugar de la edición: Barcelona.
- Número de la edición: 1ª
- Colección: Altaïr Viajes
- Encuadernación:Rústica con solapa
- Dimensiones: 13 cm x 21 cm
- Nº Pág.:296
- Idiomas:Castellano
Materias:
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Resumen del libro
Como es sabido, el protagonista de El paciente inglés, la novela de Michael Ondaatje y la famosa película de Anthony Minghella, existió realmente: se trata del pionero del automóvil, piloto y aventurero aristócrata de origen austrohúngaro Ladislaus E. Almásy.
A principios de los años treinta, el conde de Almásy, como a él le gustaba llamarse, realizó en automóvil y avioneta una serie de arriesgadas expediciones a los lugares más recónditos del Sáhara oriental. La crónica en primera persona de esas vivencias se encuentra en Sáhara desconocido, publicado en 1934 en húngaro y cinco años más tarde, en una edición ampliada y modificada, en alemán.
Nadadores en el desierto ofrece por vez primera al lector español los capítulos centrales de ambas ediciones, en los que Almásy narra sus aventuras y hallazgos más sobresalientes: entre otros, la azarosa búsqueda del mítico oasis perdido de Zarzura y el sensacional descubrimiento, en una de las zonas desérticas más inaccesibles del planeta, de las bellísimas pinturas rupestres.
La presente edición incluye además un valioso documento sobre las actividades de Almásy en la Segunda Guerra Mundial al servicio del espionaje alemán: el diario que el autor escribió sobre la ya célebre operación de Salam, en la que logra, atravesando el Sáhara oriental, infiltrar a dos espías alemanes en la zona militar inglesa.
Los lectores opinan
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Enero 2011. Toledo (España)
El oasis salado
José Enrique Arenas Comino
Los desiertos tienen mares de estrellas. Y dunas que son como nubes. Y nubes que son como dunas, que pasan despacito. A estos mares de arena no se llega, se acaba en ellos, se naufraga, y nos diluyen siempre en la lejanía, como ocurre con los recuerdos, que a veces, en el desierto, se hacen líquidos y se encierran en una gota para rescatar escenas de toda una vida, como un palimpsesto perdido de nuestra propia existencia.
Gonzalo tenía razón. Los hombres de espíritu somos nómadas. Tan solo un pequeño soplo de viento hecho carne en la inmensidad del cosmos que necesita, tarde o temprano, partir en busca de su propio Zarzura, el punto perdido que con tanta obstinación buscó Laszlo Almásy, y que según la leyenda está custodiado por un gran pájaro blanco.
Nadadores en el desierto... ¿cómo era esto posible? Del mismo modo que el desierto es la montaña y la montaña, el desierto. Sensaciones que, supuerpuestas una sobre otra, coinciden palmo a palmo.
Este libro me arrojó a explorar mi propio Zarzura, y viajé en moto hasta el Sahara occidental para encontrarme con Hassan, un beduino puro como una gota de rocío, que me enseñó que el verdadero camino no está fuera, sino dentro. Y allí, en el mayestático Erg Chebbi, abrasado por el pasado, lloré durante horas como una criatura que acaba de abandonar su placenta y se abre a la luz de una vida aún por estrenar. En aquellas lágrimas, oasis salado del tiempo verdadero, encontré a todos los hombres libres. A los que están y a los que ya marcharon para siempre.