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PURA VIDA: entrevista a los directores del documental que relata el intento de rescate de Iñaki Ochoa
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11 de Octubre de 2013

PURA VIDA: entrevista a los directores del documental que relata el intento de rescate de Iñaki Ochoa

Víctor Riverola i Morera y Jekaterina Nikitina

Este otoño estamos de enhorabuena. Por fin se edita en España el magnífico y multipremiado documental Pura Vida que relata el intento de rescate de Iñaki Ochoa en el Annapurna. Gracias a Cameo Media, una de las pocas distribuidoras que está apostando por el cine de montaña en nuestro país, podremos disfrutar de este trabajo en DVD. Hemos entrevistado a Pablo Iraburu y Migueltxo Molina, sus directores.

Pura Vida narra con detalle el intento de rescate en el Annapurna, en 2008, del alpinista navarro Iñaki Ochoa de Olza. El equipo de rescate estaba formado, entre otros, por alpinistas de élite como: Ueli Steck (Suiza), Denis Urubko (Kazajstán), Horia Colibasanu (Rumanía) o el fallecido, en mayo de este año, Alexei Bolotov (Rusia). La historia nos transmite de forma magistral una serie de valores que van mucho más allá de la aventura y las fronteras, hablándonos del valor de la amistad, la solidaridad, la lealtad y la generosidad. A pesar de poner sus vidas en peligro, quienes participaron en el intento de rescate de Iñaki respondieron con uno de los más básicos instintos del ser humano: el impulso de intentar salvar la vida de alguien. Durante la excepcional operación de rescate, descubrimos que ese grupo de gente no solo comparte el amor hacia las montañas que ellos escalan, sino también principios profundos y metas, que definen su modo de vivir la vida. La película es un viaje que representa los principales valores y la esencia de la naturaleza humana.

Pura Vida fue el documental de producción española más visto en cines durante 2012, superando los 22.000 espectadores, a pesar de no haber sido estrenado en todas las capitales españolas. Arena Comunicación, productora de la película, destina una parte de los beneficios generados por la misma a SOS Himalaya, una fundación solidaria creada por Iñaki Ochoa de Olza, y ahora promovida por su familia, con quien los productores mantienen un contacto estrecho y permanente.

Entrevista con los directores Pablo Iraburu y Migueltxo Molina

Un rodaje como el de Pura Vida está lleno de detalles y anécdotas impresionantes. Una mención especial se merece la viuda de Alexei Bolotov, quien en la película advierte a su esposo de los peligros que le acechan en la montaña. Lamentablemente, Alexei perdería la vida por en el glaciar del Khumbu, a unos 5.600 m relativamente cerca del campo base del Everest. Según los directores, todos los protagonistas del intento de rescate y la familia de Iñaki ya son héroes solo por la actitud demostrada durante y después del rescate. Es importante destacar que en los extras del DVD se incluyen grabaciones originales donde Iñaki expone vivencias, sentimientos y reflexiones personales, así como información de rodaje sobre todos los destinos que aparecen en el filme (diario de rodaje). Detalles muy importantes a la hora de profundizar con mayor definición dentro de la esencia de Pura Vida. 

Rusos, kazajos, norteamericanos, canadienses, rumanos… y luego nos pasamos el tiempo hablando de diferencias personales, de credos, de razas, de xenofobia y de racismo, ¿estáis de acuerdo?
Uno de los motivos que nos animó a contar esta historia era precisamente ese: demostrar que en el fondo todos somos lo mismo, todos compartimos las mismas emociones, la misma búsqueda de la felicidad. Como suele pasar en los documentales, fue la realidad la que contó eso mucho mejor que cualquier cosa que pudiéramos haber escrito antes. Denis Urubko puso palabras a esa idea: "Somos de una misma nación, de las montañas". 

¿Cómo se dividen el trabajo de dirección Pablo y Migueltxo?
Yo, Pablo, hago lo realmente difícil, como por ejemplo responder a las entrevistas. Ahora en serio, tenemos muy claras las funciones desde el comienzo. Pablo con la parte más conceptual –idea original, guión, planteamiento estético, estructura narrativa- y Migueltxo con el trabajo más real y más difícil, especialmente el rodaje, el trato con los personajes y el montaje. Eso sí, luego las decisiones realmente importantes las tomamos entre los dos. Y no sólo entre los directores, sino teniendo también muy en cuenta las opiniones del equipo de producción, con Marga Gutierrez e Itziar García a la cabeza. Creemos que dirigir documentales es saber gestionar la capacidad creativa de mucha gente. Raúl de la Fuente, con la fotografía, Mikel Salas con la música… nuestro trabajo como directores consiste en tener los ojos muy abiertos no sólo a la realidad que filmamos sino también a las sugerencias de aquellos que nos acompañan durante el proceso.

¿Qué cámaras se utilizaron?
La cámara principal es una HDcam a la que adaptamos un juego de ópticas fijas Zeiss superspeed 1.3. Eso nos permitía rodar siempre con la luz natural disponible, aunque fuera muy poca. Ese juego de ópticas tiene mucho que ver con cómo es la película, mucho más que la cámara sobre la que luego se grabara la señal. Queríamos dar a todo un aspecto muy rudo, muy austero y directo.

Y esas ópticas, pese a tener ya un montón de años, nos permitían esa textura, esa inmediatez y sinceridad que queríamos que respirara toda la historia. Para los timelapses en el Annapurna utilizamos cámaras de fotografía Canon, las usamos desde hace tiempo y sabíamos que iban a aguantar las exigencias del clima ahí arriba.

Dejarlo todo por un amigo, incluso plantearse dar la vida por él… ¿suena a ciencia-ficción en un mundo donde la hipocresía, la estupidez, los celos y la envidia son el motor de muchas sociedades?
Queríamos, con la película, lanzar un mensaje que animara a los espectadores a actuar de manera verdadera, coherente, auténtica. A dejarnos de tonterías, básicamente. Creemos que el público occidental está un tanto aletargado, esperando ver historias que lo anestesien aún más. Buscábamos todo lo contrario: sacudir un poco la conciencia, despertar al espectador y mostrarle que sí, que es posible, que hay gente que hace lo que cree que es correcto, cueste lo que cueste. Lo mejor del asunto es que no es ciencia ficción, es algo real que sucedió y tiene un valor mucho mayor, por ser real, que cualquier historia de ficción que pudiéramos haber imaginado con el mismo fin.

El documental lanza varios mensajes alrededor no solo del intento de rescate a Iñaki, sino también alrededor de la vida y el entorno de sus protagonistas, ¿quién os dejó mas impresionados, sea por su vida o por su filosofía de vida?
Nosotros no queríamos hacer una película de montaña. Queríamos hacer una película que utilizara la montaña para hablar de la vida. Vimos que en la propia vida de Iñaki y en lo que sucedió durante su rescate había un mensaje muy poderoso que interesa a cualquier persona. Ambos directores –y creo que también todo el equipo que ha estado en esta aventura- veíamos que quien mejor reflejaba nuestro mensaje eran los personajes rusos, especialmente Alexei Bolotov. Nos impresionó su planteamiento vital, tan sencillo, brutalmente bueno: hay que hacer lo que es correcto y punto. Nos impresionó esa belleza descarnada del personaje y de sus acciones. Decidimos terminar la película con una frase suya porque encarnaba lo que desde el comienzo queríamos contar, inspirados por todo lo que sabíamos de Iñaki, por sus libros, sus conferencias, su testimonio vital.

Ueli Steck y la mayoría de sus compañeros en el Annapurna se muestran emotivos, pero muy pragmáticos, lógicos y realistas, ¿os sorprendió encontrar gente tan… sensata hoy en día?
Ahí está la fuerza del mensaje, en mostrar que ser un héroe no consiste en tener visión de rayos X o poder volar. Que lo de hacer lo correcto no es algo que sucede sólo en la ficción. Que hacer algo hermoso no es algo que sucede sólo en la poesía. Lo poderoso del mensaje es que es real. Todos los personajes que aparecen en la película son de carne y hueso, pasan frío, tienen hambre, corren riesgos, tienen una vida relativamente normal fuera de la montaña… y nos demuestran que lo mejor del ser humano está dentro de cada uno de nosotros, seamos quienes seamos. Al final, queríamos que la película apelara a cada uno de los espectadores, animándole a ser mejor.

¿Cómo os organizasteis para recorrer tantos destinos? (tan alejados entre si) ¿Teníais varios equipos de rodaje? Viendo los diarios de rodaje nos hacemos una idea, ¿pero fue muy complicado?
La mayor parte del rodaje corrió a cargo de Raúl de la Fuente con la cámara, Migueltxo dirigiendo e Itziar García Zubiri en la producción. Era un equipo increíblemente ligero y muy ágil, llevamos años trabajando juntos y ese trío tiene una sincronía perfecta cuando se pone a rodar. La producción, coordinada desde la oficina de Arena Comunicación en Pamplona, era un lío terrible. No sólo por las distancias recorridas, sino porque además había que concertar encuentros con personajes que no pasan mucho tiempo quietos en el mismo sitio. La recta final fue la de mayor despliegue, porque en Nepal llegamos a estar tres equipos de rodaje: Raúl de la Fuente con Migueltxo encargándose de las secuencias relativas a Nima Nuru Sherpa, Iñaki Alforja de nuevo con Migueltxo con la segunda unidad, dedicada a la parte centrada en Mingma, y Pablo Iraburu subiendo al campo base del Annapurna. En Nepal llegamos a utilizar tres tipos de cámaras diferentes, solapando las idas y venidas del equipo, relevándonos y cruzándonos en el aeropuerto de Katmandú. Si, bastante complicado, sobre todo si nos preguntas a Migueltxo o a mí, para los que la labor de producción es un milagro muchísimo más complejo y difícil que el de dirigir una película. Luego las entrevistas nos las hacen a los directores, que habitualmente no tenemos ni idea de todo el trabajo que hay detrás de que nosotros hayamos podido hacer el nuestro.

Kazajstán, Rusia, Canadá, EE.UU., Rumania, Londres… y Nepal ¿que destino os ha causado una impresión mas potente?, dejando a un lado el Annapurna en sí
Ah, no vale. Si hay que dejar el Annapurna de lado, que es lo primero que te viene a la cabeza –porque es un lugar que no tiene comparación con ningún otro- entonces la respuesta es difícil. Creemos que lo bonito era no sólo el destino en sí, sino los contrastes entre ellos: el frío de los escenarios post-soviéticos en Rusia frente al desierto tan cinematográfico en Estados Unidos. O el contraste entre el Londres urbano y lleno de normas frente al caos de Katmandú. De los contrastes entre los escenarios surgía la mayor impresión. No podríamos, creo, elegir un destino favorito.

¿Tuvisteis algún momento de tensión o peligro al rodar?
Un día, subiendo desde el campo base del Annapurna hasta el punto en el que teníamos previsto rodar, vimos unos ojos brillando en la oscuridad, reflejando la luz de nuestros frontales. La noche anterior nos habían estado contando los sherpas historias sobre el yeti. Tras varios segundos paralizados, se abrió otro par de ojos, luego otro, luego otro… era un rebaño de ovejas. Eso confirma lo que creemos que pasa siempre con los viajes: vivimos en una cultura del miedo, de recelo hacia lo diferente y distante. Y luego, al llegar, todo es mucho más amable, más bonito y más divertido que los prejuicios que a menudo tenemos antes de salir.

Eso no quita para no hubiera momentos de incomunicación, problemas intestinales varios, frío hasta límites insospechados, complicaciones de lo más diversas… pero siempre arropados por el hecho de que, en general, la gente nos atendió siempre de maravilla y eso era una garantía de éxito.

¿Como se recrearon las escenas de aludes y de escalada?
No hay nada recreado. Todo lo que se ve en la película es cierto. Suena extraño, pero es así. Cada vez que visitábamos a un miembro del equipo de rescate le pedíamos que nos pasara el material de lo que rodó o fotografío esos días. De esa manera nos hicimos con más de cuarenta horas de material, en gran parte inédito y siempre auténtico. Luego en montaje intentábamos hacer coincidir cada imagen con su momento. Puede que la avalancha no sea exactamente esa o que el momento en el que vemos el helicóptero volando fuera un poco antes o un poco después… pero no hay nada recreado, es todo material de archivo rodado por los miembros del equipo de rescate.

Cuando la familia de Iñaki vio el documental por vez primera, ¿cual fue su reacción?
Necesitaríamos varias páginas para explicar todo lo bueno que hemos encontrado en la relación con la familia de Iñaki. Tuvieron la enorme generosidad de confiar en nosotros desde el principio, dándonos total libertad creativa. Aún así, el día que les enseñamos la película –antes del estreno, antes que a nadie- estábamos más nerviosos que en ninguna otra proyección. Nos preocupaba, entre otras cosas, que Iñaki tiene muy poco metraje dentro del montaje final. Su respuesta fue maravillosa. Supieron ver que Iñaki sobrevuela toda la película, que la inspira, que es él quien habla a través de los demás personajes, de la fotografía, de la música. Han sido siempre muy generosos, con un corazón muy grande. La madre de Iñaki podría haber sido uno de los personajes de esta película. Pero quizá hubiera eclipsado a los demás.

¿Los auténticos héroes siempre son anónimos?
Lo bueno del documental es que permite dar a conocer algo que es auténtico. Nuestros héroes son auténticos. Si no fuera por la película mucha gente no hubiera sabido nada de ellos. A ellos, además, les da igual. Suponemos que a los verdaderos héroes, por definición, les trae sin cuidado si son anónimos o no. Lo que les importa es hacer lo que es correcto. En nuestra cultura se le está dando una importancia desmesurada a la fama. Parece que incluso es bueno ser famoso por haber hecho algo absolutamente estúpido. Ahora mismo hay miles de personas haciendo cosas heroicas en un montón de lugares, pero nadie está haciendo una película sobre ellos, ni falta que les hace.

¿Por qué en España, siendo uno de los países mas montañosos de Europa, estrena tan pocas películas de montaña?
Creemos que es algo que no tiene que ver con la abundancia de montañas sino con la escasez de cine. Sí que hay una cultura de ir al monte, pero no una cultura de ir al cine (al menos pagando). Podríamos ponernos pesimistas, sobre todo por el hecho de que seamos uno de los pocos países del mundo en el que piratear contenidos audiovisuales está bien visto. Pero la experiencia de que tanta gente haya visto Pura Vida nos hace ser optimistas: igual es que esto está cambiando. Si el contenido es de calidad e interesa a la gente, al final se mueve mucho. Hay un montón de espacios –salas pequeñas, centros culturales, plataformas de cine online- que están funcionando muy bien y están cada vez más activos.

En los extras (muy interesantes y muy completos por cierto) encontramos las banderas de Iñaki y los Ecos en el Annapurna. ¿Como conseguisteis las grabaciones originales?
Cuando estuvimos en el campo base del Annapurna ya estaba ahí el memorial de Iñaki, con la placa y las banderas. De hecho, rodábamos desde ahí cerca. Dedicamos una mañana de niebla a rodar las banderas. En ese momento no sabíamos para qué, pero no podíamos dejar de hacerlo. En cuanto a los testimonios en audio de Iñaki, tenemos en Arena Comunicación un archivo de más de setenta horas de contenidos relativos a Iñaki, desde entrevistas en televisión hasta conferencias y entrevistas. El padre de Iñaki solía rodar las charlas de su hijo con una grabadora de casette. Hemos usado fragmentos de ese audio. A los directores nos emocionaba la autenticidad de la grabación, a nuestro técnico de sonido le desesperaba su calidad. En el DVD hemos incorporado un montón de material extra. Hay más minutos de material extra que de película. Queríamos compartir con la gente todo lo que hemos ido generando por el camino.

¿Qué nos podeis contar de la escena final?
Esa secuencia resumía el espíritu de la película: la vitalidad loca y absurda de tocar la trompeta a treinta grados bajo cero. Eso era Pura Vida, no podíamos dejar de rodarlo. La acción surgió de manera espontánea en el lugar en el que Alexei solía entrenar. En las primeras versiones de la película esa secuencia estaba en el medio del montaje, no en los créditos. Pero luego descubrimos que funcionaba muy bien como coda final: vale, Iñaki ha muerto, pero es él mismo quien nos recuerda que hay que vivir. Se acerca a la cámara, grita el título de la película y, hala, a bailar todo el mundo. Hay gente a la que ese final se le hace chocante. Parece que somos un poco irreverentes con lo dramático de la historia. Pero estamos seguros de que Iñaki –que era bastante irreverente- hubiera firmado ese mensaje. Queríamos que la gente saliera de la sala con ganas de vivir, con ganas de bailar, con ganas de hacer lo que sea que te haga sentir vivo.

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