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Isabel Suppé, escribiendo montañas y libros
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5 de Abril de 2012

Isabel Suppé, escribiendo montañas y libros

Pati Blasco

Isabel Suppé nació montañera y empezó a escribir a los diez años. Tras sufrir un trágico accidente en los Andes y por culpa de la inmovilidad del encierro hospitalario y de la necesidad de contar nace Noche estrellada, novela finalista del Premio Desnivel de Literatura 2011. Como ella misma dice «Desde que comprendí que iba a vivir sabía, en algún lugar de mi inconsciente, que iba a necesitar de la escritura para volver a la vida».

Empezaste a ir a la montaña de niña con tus abuelos ¿crees que eso ha marcado tu vida o habrías acabado igual en las montañas?
Mis abuelos han dejado una huella indeleble en mi vida. Los patucos de mi abuelo y los recuerdos de muchos días felices con ellos me han acompañado en todas mis escaladas. También es cierto que no fue hasta años después, durante mi primer viaje a la Patagonia que entendí que la montaña era mi lugar. Confío que aunque jamás hubiera conocido a mis abuelos, mi vida nunca hubiera podido transcurrir en el llano, pero en cuanto a saberlo de ciencia cierta, solo puedo decir que uno de mis poemas preferidos siempre ha sido "The road not taken" de Robert Frost:

And both that morning equally lay
In leaves no step had trodden black.
Oh, I marked the first for another day!
Yet knowing how way leads on to way
I doubted if I should ever come back.

Eso que dices en el libro de que montañista se es o no se es…
Un pájaro nace con dos alas mucho antes de aprender a volar. Después puede desviarse de su rumbo, puede anidar por algún tiempo pero siempre volará. Y aunque le cortemos las alas, nunca dejará de concebirse volando. Con todos los montañistas que he conocido en mi camino sucede algo parecido.

¿Por qué sentiste la necesidad de contar Noche estrellada?
Empecé a escribir cuando tenía diez años. Desde ese entonces, la escritura se ha convertido en mi manera de digerir la realidad y de cautivar mis fantasías. Más tarde conocí unos franceses muy sabios que me enseñaron que las palabras fueron creadas para ser compartidas. Noche estrellada nació de la inmovilidad. Empecé a escribir lo que después, más por accidente que por intención, se transformó en libro varios meses después del accidente en el Ala Izquierda mientras estaba internada en Alemania, lejos de mis amigos, con mi pie derecho atravesado por una barra de metal y suspendido en el aire. Mi rango de movimiento estaba sumamente reducido, me operaban una tras otra vez y nadie me podía garantizar que no iba a perder mi pie. Nunca he soportado el encierro y lo que me ha salvado de la locura ha sido la escritura. Gracias a ella he podido empezar a formular el Ala Izquierda y a escribir lo que ya se encontraba inscrito en mi cuerpo. Esa escritura también me ha permitido ver más allá y plantearme algunas preguntas más generales sobre la vida, la muerte y el amor a la montaña que siempre me han interesado

¿Cómo resumirías el libro en un par de frases?
Diría que es un libro sobre la vida, la muerte, la montaña, los deseos que nos atan a ella, que nos vuelven humanos, y sobre su escritura.

Sobreviviste al accidente del Ala Izquierda pero con un pie destrozado, ¿pero jamás te has planteado no volver a la montaña?
Jamás. No es una opción para mí. Tener un problema físico puede querer decir que nos tengamos que esforzar más, que tengamos que inventar herramientas especiales tales como mis muletas de alta montaña, pero jamás que nos tengamos que resignar a la palabra “imposible”.

¿Cómo es eso de que dices, escribes, caminas y escalas la palabra pie en cinco idiomas?
Entiendo la escritura como algo que transcurre en el flujo de las palabras que penetra el papel, en las huellas que imprimimos en la nieve y en la inscripción de la historia en nuestra frente.
Cada idioma sirve de tierra fértil a un imaginario propio y por esa misma razón los pasos se inscriben de forma diferente según la lengua en la que los pensamos. En ese lugar se sitúa el límite de la traducción. Por ese mismo motivo me fascina aprender idiomas. Por ahora hablo español, alemán, inglés, francés y portugués y espero tener tiempo para aprender otros más.

Eres alemana, has vivido en Argentina y viajado por todo el mundo ¿Te resultó difícil escribir un libro tan intimista en una lengua que no era tu lengua materna?
No. He pasado toda mi vida adulta en Argentina y es en su idioma que he tomado consciencia de mi alma de montañista. Al mismo tiempo, sumergida en un mundo de palabras y de poesía, entre las aulas de la Universidad de Buenos Aires y las librerías de la calle Corrientes concebí por primera vez la posibilidad de compartir mi letra con más de los dos lectores únicos que tenía.

Supongo que para encontrar la mejor respuesta que puedo dar a esta pregunta tengo que transcribir lo que respondí a Pati Blasco, mi gran editora, cuando me sugirió traducir mi libro del castellano "gallego" -como se dice en Argentina- al español de España:

"Mi libro no podría estar escrito en otro idioma que no fuera el castellano de Argentina. Sin el yoyeo, sin el vos, me sentiría expropiada de mi propia voz y el libro dejaría de ser mío. ¿Por qué tendría yo menos derecho a arraigarme en un idioma que una persona oriunda del país donde se habla la lengua en cuestión? Toda mi vida adulta he hablado y escrito, escalado, llorado, amado, sonreído y soñado en ese idioma, y es en argentino que me siento respirar. Es en argentino que descubrí que mi vida es la montaña.

Para mí 'tienda de campaña' suena artificial, suena como un término que no es mío. Una carpa a cambio se viste de una palabra voladora llena de magia, de recuerdos y a la luz del atardecer también de nostalgia. Es un término aprendido en Buenos Aires que me acompañó por las alturas de los Andes. 'Carpa' para mí se ha materializado en cierta carpita amarrilla que me ha acompañado en muchas escaladas muy felices.

En fin, es entre las palabras del castellano de Argentina que me sonríen queridos fantasmas del pasado y amigos del presente desde las alturas nevadas de los Andes."

Qué fue lo más difícil para ti de escribir Noche estrellada.
Ha sido un libro doloroso de escribir y sin embargo ha sido necesario. Desde que comprendí que iba a vivir sabía, en algún lugar de mi inconsciente, que iba a necesitar de la escritura para volver a la vida. Sin embargo me costó mucho empezar. Entre los recuerdos del accidente, las miles de inyecciones de morfina y la confusión de haber estado arrancada de la vida que conocía, me costó mucho encontrar las palabras para empezar a escribir lo que hoy se llama Noche estrellada.

¿Qué sería de ti sin montañas y sin palabras?
Dejaría de existir. La montaña es mi felicidad y las palabras son mi libertad.

¿Crees que siempre serás nómada?
En el alma sí. En el mundo físico sé que lo seguiré siendo a menos de que encuentre un motivo suficientemente fuerte para arraigarme en un lugar.

Prefieres la novela de montaña o el relato de una vivencia real.
Lacan dice que la verdad tiene estructura de ficción porque pasa por el lenguaje y el lenguaje tiene estructura de ficción. Sólo puede decirse por fragmentos. Por más que nos esforcemos de contar “la verdad”, algo siempre permanecerá sin decir, sea porque no nos parece importante, porque simplemente lo olvidamos o porque no encontramos manera de expresarlo.

Además hay verdades del orden de lo real, de lo simbólico y de lo imaginario, que por distintas que sean sin embargo no dejan de ser verdades. Al intentar expresar una verdad, la tenemos que pasar por el filtro del lenguaje. La expresamos con palabras que necesariamente conllevan matices subjetivos relacionados con nuestra experiencia e historia personal. El relato de una experiencia "real" siempre será a su vez (en menor o en mayor medida) la narración de una experiencia simbólica e imaginaria. Su sentido se establece en las encrucijadas de este tejido. Por eso mismo, el relato de la misma experiencia vivida por dos personas diferentes, será necesariamente muy distinto. En ese punto reside el valor artístico de una obra: en la estructura de ficción que crea su sentido.

La etiqueta "historia real" me molesta porque intenta esclavizar la estructura de ficción en el nombre de una verdad estéril que se establece sobre un amontonamiento de hechos y datos, dejándo del lado el flujo del sentido. Lo que es más, se trata de una etiqueta peligrosa ya que propone una verdad totalitaria.

En una época donde ya no sabemos leer las historias como tales. Me parece más que nunca importante insistir en esa estructura de ficción.

¿Crees que la literatura de montaña es tan buena como la de otras disciplinas?
La literatura de montaña es un género muy joven cuyo origen podemos trazar al siglo XVIII. Entre sus primeros exponentes podemos citar a escritores de renombre como William Wordsworth y Sir Walter Scott, seguidos por Alexander von Humboldt, Edward Wymper etc. Sin embargo, la montaña no ha tenido hasta hoy ningún Herman Melville, ningún Hemingway que la hubiera podido presentar como temática dentro de una obra maestra de literatura universal. No obstante sería injusto plantear en ese punto una minusvalía genérica. Más bien tenemos que lamentar que Melville y el autor de Las nieves del Kilimanjaro no hayan sentido por la montaña la misma pasión que les inspiró el mar.

¿Los viajes hacen más grandes a las personas?
Si me hubieran hecho esa misma pregunta cuando era aún muy joven y coleccionaba mapas de los los paises que soñaba conocer, hubiera contestado un sí rótundo. Lo que es más, hubiera agregado que se trata de un aprendizaje imprescindible.

Sin embargo, desde ese entonces he aprendido que Kant jamás dejó su pueblo natal y que Reinaldos Arenas (como muchos otros) ha sido un gran escritor mucho antes de conocer el mundo más allá de Cuba. Aunque admito que se trata de una minoría absoluta, he conocido gente excepcionalmente sabia que no ha viajado nunca y otros que he denominado los "viajeros seguramente peligrosos". Ese último grupo sí viaja (de preferencia en grupos organizados) pero por comodidad y miedo jamás se arriesgan a mirar más allá de las concepciones fijas que llevan en sus valijas. Miran su destino desde sus verdades a través del parabrisas como si se tratara de la pantalla de un televisor y toman todos los recaudos posibles para que el mundo jamás transpase ni la pantalla ni el seguro anti-contacto.

Son peligrosos porque a la vuelta encuentran sus prejuicios investidos de una nueva autoridad ya que al fin y al cabo ellos sí han estado en el país X que su interlocutor desconoce. Además son peligrosos porque humillan y aniquilan el contacto humano. Hace poco, mientras cruzaba Marruecos en bicicleta he observado una vez más los estragos cometidos por los viajeros seguramente peligrosos: en los pueblos más inhóspitos del Atlas donde debido al frío y al viento los turistas no suelen pasar o por lo menos no parar, los bereberes nos paraban con frecuencia en la ruta para invitarnos a tomar un té con ellos. Esa gente se sentaba en el piso a nuestra misma altura, nos miraba a los ojos y cuando nos despedíamos nos estrechaban las manos. En los lugares más turísticos donde los viajeros seguramente peligrosos suelen parar para sacar fotos y a decantar caramelos por la ventanilla como si estuvieran de visita en un zoológico, los niños han aprendido que los extranjeros son máquinas dispensadoras de caramelos y de bolígrafos y los adultos ven monederos. Lo que se ha perdido es el té, el contacto de la piel y la dignidad humana.

Goethe ha dicho que viajar es el mejor aprendizaje para el hombre inteligente y concuerdo: viajar puede ser un gran aprendizaje, si emprendemos el viaje con la mente y el corazón abiertos; si estamos dispuestos a arriesgar nuestras concepciones y si nos exponemos a las personas, a sus vidas, a sus olores, a sus pieles y a sus relatos.

En fin, un tema a ser continuado algún día en un ensayo filosófico.

¿Qué es más complicado, escribir un libro o subir una montaña?
Son desafíos muy diferentes que sin embargo (por lo menos para mí) comparten una misma esencia: son dos formas diferentes de escribir.

¿Sobre qué o quién te gustaría escribir tu próximo libro?
Ufff -¡¿quién ha dicho que escribiré un próximo libro?!- Por cierto que el día que decida poner manos (y pies) a la obra, material no me va a faltar: solo con los meses que han seguido al último capítulo que cuento en Noche estrellada, tengo para llenar varios tomos. Después de mi regreso a Sudamérica he emprendido varias escaladas muy bellas con mis muletas de alta montaña, entre ellas "El aniversario de la pata rota" (ED-) en el Serkhe Khollu con Robert Rauch. Nuevamente en la vieja Europa he tenido que aprender que seguía con dos huesos fracturados en el pie además de otros problemas sumamente graves. Después de escuchar muchos pronósticos muy lúgubres, me propusieron un tratamiento en España y el médico me recomendó hacer mucha bici... Bauticé la bicicleta de mi abuela con el venerable nombre de Rocinante, agarré el manuscrito de Noche estrellada para llevarselo a Pati Blasco, até mis muletas del marco de la bici y tomé rumbo hacia el sud-oeste. Camino a España crucé los Alpes y los Pirineos en medio del invierno y pasé delante del Mont Blanc. Después de tres cirugías en el País Vasco seguí pedaleando hasta que me topé con un cartel señalizando los barcos que van a África. Convencí a mi hermano de acompañarme durante una parte del viaje y terminamos el recorrido donde acaba la ruta entre las dunas del Sahara...
Sin embargo, más allá de los hechos (por cierto de por sí suficientemente rocambolescos como para alimentar una novela) mi pie mucho tiene para decir de un largo camino fascinante y doloroso a su vez; sobre nuevas lecturas de las lecciones de la vida y el valor de la esperanza.... El tiempo dirá si algun día lo escriba o no.

Mi libro favorito sobre montaña y viajes es...
No tengo un solo libro preferido. La bíblia de mi infancia ha sido Huckleberry Finn, y otro libro que me ha impresionado mucho cuando tenía diez años ha sido Hasta donde los pies me lleven, la obra de J.M. Bauer. Prisionero de guerra en Siberia a miles de kilómetros glaciales de la civilización se ve sometido a un régimen tan inhumano que nadie sobrevive al trabajo forzado. Huir es imposible hasta cuando decide desafiar lo imposible.

Hay muchos libros de montaña que me han encantado, entre ellos Más alto que los Cóndores y hace poco leí una obra fascinante que difiere mucho de lo que se suele conocer como “literatura de montaña”: Tras las huellas de Nives, de Erri de Luca.

¿Cuál sería el cielo estrellado más significativo de tu vida?
El cielo estrellado sobre el Ala Izquierda. Estaba horriblemente débil, había perdido mucha sangre, tenía hipotermia y los huesos salían de mi pierna. No tenía ninguna garantía de que iba a vivir hasta el amanecer, ni tampoco si a pesar de toda la sangre que perdía arrastrandóme iba a conseguir buscar ayuda para nosotros dos, y aun así miraba el cielo estrellado y me emocionaba su belleza. En el mismo instante me asombró que en una situación tan extrema se pueda sentir algo como la belleza. Después lo he pensado mucho y me da consuelo pensar que podemos amar algo con tanta pasión que logramos ver su belleza aún en el borde de la muerte. Nos vuelve más humanos.


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