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Carlos Soria en la conferencia en la Librería Desnivel: "me gusta más hacer las cosas bien que conseguir los objetivos"
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23 de Junio de 2016

Carlos Soria en la conferencia en la Librería Desnivel: "me gusta más hacer las cosas bien que conseguir los objetivos"

Desnivel

Subir a la cumbre de una montaña, bajar entero al campo base... y quedar con amigos para contarlo. La visita de Carlos Soria a la Librería Desnivel reunió a varias generaciones de alpinistas alrededor de su último logro: llegar hasta los 8.091 metros del Annapurna con 77 años.

Nunca he sido alpinista profesional, lo soy ahora, un poco tarde”, contaba Carlos Soria en su visita a la Librería Desnivel. Y es cierto: si nos ponemos estrictos, la montaña siempre ha sido la pieza del puzle que había que encajar después de las obligaciones ineludibles. “He trabajado desde los 14 hasta los 65 años, pero me he escaqueado a la nieve siempre que he podido”, contaba. Su mujer, Cristina, y cualquiera de sus cuatro hijas pueden confirmar que Carlos Soria tiene un máster en eso de exprimir su tiempo para dedicarlo al monte y por eso los fines de semana se madrugaba y se salía de casa, sin excepción.

En la charla había edades revueltas: estaban los 77 años de Carlos, siempre protagonistas por el cortocircuito que se produce al mezclarlos con frases como subir hasta la cima del Annapurna. Las arrugas y el bastón de la escaladora Isabel Eizaguirre, que roza los 90. También los pocos meses de la hija de Rosa Agudo, ganadora del Premio Desnivel de Literatura 2014 por su novela Horologium, y nuevas generaciones de alpinistas en activo como es el caso de Marina Fernández. Entre el público también Antonio Riaño, ese primer compañero de cordada de Carlos quien le recordó que todo era tan diferente al principio.

¿Aún te acuerdas de cómo era la primera cuerda que usamos? Era un trozo de cáñamo de 16 metros (“para hacer largos cortos”) de titularidad ambigua, es decir, prestada-robada. La persona que les dejó esa cuerda “finita y mala”, que tenían que devolver, se había tomado la licencia de cogerla del mástil de una bandera. La equipación mejoró con los años pero Carlos nunca ha tenido un equipo tan completo para sus expediciones como el que tiene ahora.

El final de la vida me ha regalado un patrocinio”, dijo, y eso implica viajar rodeado de un equipo de profesionales que le acompañan para ocuparse de tareas que en otras épocas eran impensables. En su última expedición estaba el médico Carlos Martínez y los cámaras Luis Miguel López Soriano y Carlos Vicente, responsables de que llegasen imágenes de su actividad incluso en la cumbre del Annapurna. Gracias a todos ellos se cubren también vacíos muy cómicos.

Ellos hablan inglés, un idioma que yo no domino. Una vez estaba en el Everest y le pregunté a una polaca: Tomorrow... you... camp 1?”. Y ella, en lugar de responder un evidente sí o no, le dio una explicación larga que le dejó igual. “Dices una palabra de inglés y se creen que hablas. ¡Lo mejor es decir directamente que no!”.

Los sherpas también forman parte del equipo y Carlos insistía en hablar de ellos para evitar la niebla informativa que suele envolverles: “Nunca los escondemos, es lo justo, formamos un verdadero equipo”. “Es lo lógico y además nos lo podemos permitir, por eso ellos llevan el mismo material que nosotros, los incluimos en las decisiones y pasan por las mismas perrerías médicas a las que nos somete Carlos Martínez”, bromeaba.

En una entrevista reciente el médico hablaba sobre los resultados de esas pruebas, que varía entre los miembros españoles del grupo y los sherpas: “Noto que en su sangre no aumentan tanto el hematocrito porque tienen una hemoglobina distinta que capta más oxígeno. Son más eficientes en altura por adaptación genética, tienen menos riesgo de trombosis. No sufren la hipoxia hasta que superan los 7.000 metros. En la cumbre sí sufren, como todo el mundo, pero hasta esa cota aguantan mejor”.

En la charla también se habló mucho de la reciente expedición al Annapurna y de la cima que pisaron en mayo bajo una ventisca de nieve que no esperaban: “Al Annapurna siempre se va con el estómago un poco hueco”, decía Carlos sobre el riesgo de avalanchas que amenaza en el tramo comprendido entre el campo 2 y el campo 3. En esta ocasión la expedición les ha ocupado varios meses que han discurrido en su mayoría en el campo base, ese que es “el más cómodo que existe y donde te deterioras menos que en otros”.

“¡Qué bien hemos ido, qué bien hemos estado ahí arriba!”, decía emocionado Carlos en un vídeo grabado a las pocas horas de hacer cumbre en el Annapurna que compartió con el público que le escuchaba en la librería. “Me gusta más hacer las cosas bien hechas que conseguir los objetivos”, añadía también, y por esa razón el siguiente reto, el Dhaulagiri, una de las dos montañas que le faltan para completar todos los catorce, se enfocó con mucha calma.

Primero pasó varios días de descanso en la plácida ciudad de Pokhara y allí dudaba de sus fuerzas: “¿Cómo vas a ir al Dhaulagiri si no puedes ni subir las escaleras del hotel?”, se preguntaba, pero al cabo de varias jornadas se despertó con ganas de correr y a ello se dedicó con muy buena sensaciones. Al ver que la fatiga del Annapurna remitía decidió viajar hasta el campo base del siguiente reto, muy cercano al anterior y por lo tanto con un tiempo igual de desapacible. Tenía claro que no estaba dispuesto a otra expedición como la del Annapurna y, sin demorar demasiado la espera, decidió regresar a España.

Una de las preguntas que más le hacen a Carlos tiene que ver con el motor que alimenta su actividad, y él responde con otra idea entre interrogantes. “¿Pero creéis que la vida es posible sin motivación?”. A él le mueven sus entrenamientos, su bicicleta nueva [que ha encargado y personalizado a distancia, mientras estaba en el Himalaya], el medio minuto que recorta al cronómetro de hoy con respecto al de ayer, la posibilidad de conseguir una cuerda “muy fina” para escalar...

Después de la charla con el público, una última petición: que todos comprasen una camiseta para colaborar con la asociación Ayuda Directa Himalaya, una ONG que fundó el año pasado con sus compañeros tras el terremoto de Nepal y que busca fondos para seguir desarrollando tareas de reconstrucción. Firmó las camisetas con paciencia, se hizo fotos con todos y posó como una estrella del rock.