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El reto descalzo: 13 maratones en un año sin zapatillas
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28 de Abril de 2016

El reto descalzo: 13 maratones en un año sin zapatillas

Desnivel

Sentir si el suelo quema, es suave, pincha o si tiene textura granulosa. La cabeza de un corredor descalzo se traslada a los pies para descubrir una nueva dimensión del mundo. Emilio Sáez Soro corrió 13 maratones en un año y en ninguna usó zapatillas. Lo cuenta en 'El reto descalzo'.

El reto descalzo es la historia de un corredor que se propuso el reto de hacer un maratón al mes durante todo un año sin usar las zapatillas. Emilio Sáez Soro es el cronista y protagonista de esta historia sobre pies libres, la segunda que publica tras La aventura de correr descalzo, y esta vez nos conduce por los paisajes más variopintos que han acariciado sus pies. Corrió 42 km sobre la arena de una playa infinita de Portugal, sintió los adoquines napolitanos bajo la sombra del imponente Vesubio, experimentó sensaciones nuevas sobre el asfalto de Madrid o cruzó la meta de Atenas desde Marathon.

Hemos aprendido a asociar nuestra desnudez a debilidad, fragilidad y ridículo. Y los pies, sin tener la connotación sexual de otras partes del cuerpo, provocan ante su desnudez reacciones de gran sorpresa y estupor”, cuenta el autor sobre el acto de presentarse en la meta con los dedos al aire. En su caso, liberarse de las zapatillas le ayudó a seguir corriendo, pues las lesiones no le daban tregua cuando disputaba las pruebas con las deportivas reglamentarias.

¿Duele correr así?, le preguntan de forma recurrente. “No duele, duele no haberlo hecho antes, y sobre todo emociona la sensación de aprendizaje de todo eso que te libera y te hace sentir más equilibrado, ni más rápido ni más lento, sino más auténtico”.  

Entre las principales ventajas de los pies al aire enumera estas: superación personal, consciencia corporal, fortalecimiento de la musculatura del pie y sensación de libertad. También hay inconvenientes, como el riesgo de cortes y punciones, la necesidad de pasar por un periodo de adaptación que necesita paciencia y la eterna búsqueda de superficies “amigas” y limpias por las que correr. Pese a este último punto, el autor asegura que en las trece pruebas disputadas no ha tenido ninguna ampolla, corte o mal golpe. Nada que le haya impedido salir a correr con completa naturalidad en la prueba siguiente.

Entre los relatos de cada una de las maratones se intercalan los testimonios de otros corredores, de podólogos y de fisioterapeutas relacionados con el universo del descalcismo que confirman las sensaciones que experimenta el autor: “El hecho de introducirte descalzo en un paisaje determinado te impone la sensación de que, además de verlo, lo estás degustando con los pies, y lo mejor es que eso queda guardado de forma muy fiel, precisa y rotunda en los recuerdos”.

Por si la propuesta de El reto descalzo llama la atención de algún corredor, el autor advierte de que la conversión tiene un toque cómico por el que todo novato está obligado a pasar, pues es muy probable que se convierta en el centro de todas las miradas: “Lo primero en desaparecer es el sentido del ridículo, que en muchos casos supone un duro primer paso”. También avisa sobre el debut: “Un corredor descalzo en sus primeros días es alguien sobreexcitado y un tanto confundido, y eso hace de la experiencia algo divertido y descolocante”.