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Entrevista a Eduardo Garrido sobre su libro 'Cajal y la naturaleza'
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15 de Febrero de 2016

Entrevista a Eduardo Garrido sobre su libro 'Cajal y la naturaleza'

Desnivel

Santiago Ramón y Cajal fue un científico dedicado a las células nerviosas. Concluyó que la neurona es la unidad básica del cerebro y sus resultados le valieron el Nobel de Medicina. Hizo vida del laboratorio pero no olvidó las montañas que había al otro lado de la ventana. De eso habla Cajal y la naturaleza, de Ediciones Desnivel.

En la cultura popular, Santiago Ramón y Cajal es un hombre de ciencia. Sus apellidos pocas veces se escriben lejos de las palabras neurona, medicina o premio Nobel, y quien lee sobre él cae una y otra vez en estas paradas fijas de su biografía. Eduardo Garrido sentía que la trayectoria de don Santiago tenía más rincones y decidió escribir un libro de un título simple, Cajal y la naturaleza. La tesis: que las montañas, los árboles, los ríos y la vida natural son el agua subterránea que corre por debajo de su ciencia.

 

¿Por qué has escrito este libro?
Sigo a Cajal desde que era un niño y notaba cierto vacío en todo lo que se ha publicado sobre él. Leía cosas y percibía que la naturaleza era su esencia, su eje vital, el motor de su existencia. Muchos autores han tocado los temas científicos y artísticos de su carrera y yo quería hacer un monográfico sobre la naturaleza y titularlo así, simple: Cajal y la naturaleza.

¿Qué vínculo tenía con ella?
Cajal tiene un retorno constante a la naturaleza y dejó testimonios sueltos en sus libros. Nació en las faldas del Pirineo. Era un niño asilvestrado y mal estudiante que prefería irse de excursión a los montes a coger pájaros. Cuando empezó la carrera de Medicina se alistó al ejército para salir de España y conocer mundos tropicales. Se fue a la guerra de Cuba como médico con el objetivo de vivir aventuras pero enfermó de forma grave y lo repatriaron. Llegó a España muy tocado de salud y su padre lo mandó a unos baños de montaña en Huesca para que se curara. Tenía veintipocos años y no hacía caso del reposo, él se escapaba a las montañas para escalar colinas. Hay unos fragmentos de esa época muy ilustrativos de las sensaciones que tenía.

Parece que Cajal se recuperó.
Era un montañés de naturaleza muy fuerte y eso le salvó, pero después de este periodo quedó muy deteriorado físicamente y nunca más volvió a tener el vigor de cuando entrenaba de joven. Se intuye que tuvo que adoptar una vida más tranquila y aceptar que debía olvidar el explorador y aventurero que había sido de niño. Como era un hombre inteligente, mi teoría es que se tomó la naturaleza de otra forma: no podía campar al aire libre pero sí hacer que la naturaleza vista a través de un microscopio fuese el motor de su vida durante más de 50 años.

¿Qué curriculum montañero tuvo Cajal?
Los testimonios de Cajal en la montaña empiezan en la infancia y a lo largo de la vida nunca perdió el nexo con la montaña. Hay testimonios de que estuvo en el Moncayo, en los Picos de Europa, anduvo mucho por la Sierra de Guadarrama, también por Gredos y por la Sierra de Béjar. En 1889 hizo su primer viaje científico a Berlín para presentar sus hallazgos sobre la neurona en un congreso científico. Aprovechó para visitar otras universidades de Europa y se sabe que cruzó los Alpes desde Alemania para ir a Italia. La única nota que deja es que atravesó el collado de San Gotardo, imagino que con las prisas y el poco dinero que tenía no pudo pararse a contemplarlo. Volvió años después.

En el libro hay una foto de 1905 con la inscripción “Panorama desde Wengernalp, cerca de la Jungfrau”.
Sí, he sacado algunas conjeturas de este viaje por Suiza. Estando en un congreso en Ginebra se adentró en las montañas. En sus libros solo habla de la Jungfrau y he averiguado que el tren que sale desde Interlaken acabó de construirse en 1912, pero en 1905, unos 15 días antes del viaje de Cajal, se inauguró la penúltima estación, la de Eismeer, que sobrepasa los 3.000 m. Es probable que cogiese este tren como cualquier turista de la época.

Cajal vivió la época de los grandes logros alpinos, como la conquista del Cervino. ¿Consta si admiraba a algún montañero?
Tenía un biblioteca de 10.000 volúmenes con una parte muy destacada de viajes y exploradores, pero no consta si tenía libros de Mallory, por ejemplo. Es muy probable que tuviese volúmenes sobre alpinismo o himalayismo, él vivía al lado de la cuesta de Moyano de Madrid [famosa por las casetas de venta de libros], imagina los se compraría. He intentado indagar pero su biblioteca está muy repartida entre los familiares.

¿Cajal tiene familia montañera?
No, no tengo constancia de que haya montañeros en los descendientes. Sé que una hija se casó con el médico de Cercedilla. Cajal hizo excursiones, caminatas y senderismo. No me atrevo a decir que fuese un alpinista o escalador, pero sí un excursionista. Con la edad, la montaña fue algo más estético para él, no era un campo donde conquistar cumbres sino donde admirar la belleza estética que guarda un paisaje .

No todo fue admiración por los deportistas. En un momento del libro dices que Cajal “cuestionó la existencia de intelecto en los deportistas destacados”.
Se metió mucho con el comportamiento social de la masa, con la idolatría hacia los deportistas de élite. Con algunas excepciones, creía que era difícil que hubiese mentes extraordinarias en los deportistas. No negaba que hubiese gente medianamente inteligente, pero decía que solo en contadas excepciones se igualaban piernas, brazos, músculos y cerebro.

¿Eso denota cierto desprecio hacia los deportistas?
Todo esto son ideas que él escribió cuando era muy mayor. De joven él cultivó mucho su cuerpo, quiso destacar por el deporte en una época de su vida y consiguió ser el más forzudo de la clase. Luego vinieron las enfermedades, se quedó con poca fuerza y potenció la actividad intelectual más que la física. Hay una frase suya, de muy mayor, que viene a decir que las enfermedades contraídas en Cuba le hicieron valorar un sentido más noble de la fuerza alejado del necio y exagerado culto al cuerpo.

En el primer capítulo tienes un encuentro imaginado con Cajal y le pones al día de lo que ha sucedido tras su muerte. ¿Qué pensaría de la montaña de hoy?
Me diría que se ha perdido el romanticismo. No ha desaparecido la esencia de conquistar, porque hoy se hacen barbaridades, pero ya no predomina el estilo de Mallory, que hacía arte del alpinismo. Técnicamente se consiguen grandes conquistas pero no tienen la esencia de entonces. En la ciencia ocurre igual: el final del romanticismo científico llegó con la muerte de Cajal. Después ha venido una etapa muy desarrollada, tecnicismo puro y duro, pero sin el amor romántico de antes. El científico vive abrumado por publicar papers internacionales y aumentar su curriculum.